Big Apple

—Te dije que era hermoso.

—Sí, es lindo —respondió, su tono para nada convincente.

El otro frunció el ceño.

—¿No te gusta?

Antes de contestar, se tomó un tiempo para recorrer con la mirada el mar de gente y los carteles electrónicos que parecían estar en todos los edificios.

—Sí me gusta.

—¿Entonces? —preguntó su amigo, claramente irritado.

Él se encogió de hombros, como pidiendo disculpas.

—Es que tantos edificios no me dejan ver el cielo.